En “una mesa inmoderable”, como el mismo Carlos Fuentes la calificó, sus amigos, los escritores Sergio Ramírez, Carlos Monsiváis, Steven Boldy, Gabriel García Márquez, y el moderador, Vicente Quirarte, compartieron con el público, que abarrotó el salón Juan Rulfo, durante los festejos del LXXX aniversario del nacimiento del autor de Aura y La muerte de Artemio Cruz, entre otros, en la XXII Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), las anécdotas que los ha mantenido unidos durante los últimos años, además de las maneras en que fueron conociéndose.
El primero en narrar sus encuentros con el homenajeado, fue el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, quien relató las discusiones entre ellos, y otros, como con el mismo García Márquez, respecto a la manera, la forma y si las palabras de algunos poemas eran tal y como las había escrito Rubén Darío. “Un nicaragüense tiene que conocer la obra de Rubén Darío, sobre todo porque se los enseñan desde niños, me dijo García Márquez cuando me equivoqué en la letra de uno de sus poemas. Pero yo le dije que también aprendemos sus poemas en las cantinas”, y de ahí narró las discusiones que tuvieron entre ellos para saber quien había escrito el poema Por mi madre, bohemios”.
“Me distingue no ser latinoamericano, sino inglés, que poco tiene de ver con la literatura de América Latina. Estudié en Cambridge, y ahí caí en las redes de esa literatura. Hice la tesis doctoral sobre Cortázar. Entré en la zona sagrada de la literatura de Fuentes, y sigo embrujado. Me encontré con La muerte de Artemio Cruz, en un extraño país, en donde el diccionario me sirvió de poco ante el lenguaje de los mexicanos, para entender, por ejemplo, cuando dicen: ‘Me truena la espalda de la chingada’, señaló en su intervención Steven Boldy.
Agregó que Fuentes asistió a dar unas conferencias en 1986 a su país, dirigidas a un público inglés. Compartí con él la vista en otras ocasiones para conocer otras ciudades. En una oportunidad entramos a una casa señorial, que en sus vetustas paredes había unos cuadros con unos tipos vestidos de manera muy extraña, desconocidos para mí; de pronto, él comenzó a platicarnos la historia de cada uno de los personajes, como si fueran parientes suyos de Veracruz. Él es un estímulo sin par. Nos hemos estado viendo cada año en varias partes del mundo. Carlos será mexicano, ni modo, qué le vamos a hacer”.
El que se llevó la noche y los aplausos fue Carlos Monsiváis. Narró cuando lo conoció, en 1957. En aquella ocasión leyó ante un grupo de amigos un capítulo de La región más transparente. “Lo escuché con admiración y sorpresa”. Luego Monsiváis narró las desavenencias que sus escritos tuvieron frente a los hombres en el poder, y en 1979, en casa de Luis Buñuel, con la presencia de José Luis Cuevas, la petición del cineasta de que le escribieran un argumento para una película con los actores que quedaban de la Edad de oro del cine mexicano, una película cuyo título sería: El secreto de las gelatinas”, con Sara García en el papel principal.
Vicente Quirarte tuvo elogios para Gabriel García Márquez —quien fiel a su costumbre guardó silencio— al mencionar que “él escribe para no hablar”. Alguna vez “Carlos Fuentes evocó una lejana conversación que tuvo en un jardín de San Ángel con García Márquez, en que ambos juraron escribir lo mejor posible. Para fortuna de sus lectores, se han mantenido leales a ese juramento. Todo escritor, por el hecho de serlo, es digno de consideración, pero algunos se vuelven fundamentales, que es imposible no amar, tal es el caso de Gabriel García Márquez”.
Al tomar la palabra, Carlos Fuentes también recordó la forma en que conoció a sus amigos. “Esta es una mesa inmoderable. La amistad, dijo alguna vez Bryan, es el amor sin alas, pero esta mesa demuestra que el amor sí tiene alas.
Mencionó que “fue Fernando Botero quien me presentó a Álvaro Mutis, y él me presentó a Gabriel García Márquez. Lo conocí por sus cuentos que publicaba en una revista en Colombia. Un día nos unimos para relatar guiones cinematográficos, hicimos El Gallo de oro (1964), basado en un cuento de Juan Rulfo. Gabo y yo nos preguntamos qué íbamos a hacer: si hacer guiones o novelas, y decidimos hacer novelas”.
“A Carlos Monsiváis no sé si lo conocí en la preparatoria o ya en la facultad de derecho. Me gustaba prestarle libros, porque me los devolvía en un papel finísimo, y yo quería que con ese papel envolviera toda mi biblioteca. Luego nos emparentó el cine. Sergio Ramírez no recuerdo cuando lo conocí. Ramírez nos da un microcosmos de la América Central, ‘la delgada cintura del sufrimiento y del dolor’, como dijo Neruda. Steven Boldy es un ‘mantenedor’ de la literatura mexicana y latinoamericana en el Reino Unido. Él es un gran defensor de nuestra lengua y literatura, y un gran compañero de viaje”.
Guadalajara, Jal., 1 de diciembre de 2008
Texto: Juan Carrillo Armenta
Fotografía: Adriana González
Edición de noticias: LCC Lupita Cárdenas Cuevas