Las democracias, cuando son manejadas por gobiernos neoliberales, se convierten en el crimen perfecto, la forma perfecta de dominación, afirmó el doctor Roberto Agustín Follari, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina durante su participación como ponente en el Encuentro Internacional de Ciencias Sociales, que tiene como tema “¿Hacia dónde van las democracias de América Latina?”, en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL).
Follari destacó que la doctrina neoliberal, ante el fracaso de las dictaduras en el Cono Sur, buscó la dominación por vía democrática, ya que la mejor forma de dominación es aquella que es indolora. Explicó que el régimen democrático electoral puede ser la base para producir, desde el punto de vista económico, modos de dominio aún peores en lo económico que los de la dictadura.
La estabilidad democrática está asegurada para la derecha mientras haya proyectos depredadores para los sectores populares, y mantenga la acumulación de riqueza en la burguesía y en los que están ligados con la economía extranjera. Esto trae problemas a los sectores populares. La mayoría de los gobiernos neopopulistas y los más radicales que hay actualmente en América Latina han surgido todos de crisis del capitalismo salvaje, añadió.
El especialista argentino dijo que hay regímenes democráticos avanzados que mejoran y ensanchan los derechos, pero que restringen las condiciones y los derechos ciudadanos, y disminuyen el acceso a bienes y servicios de las personas.
Follari resaltó que hay países latinoamericanos que sin gestar revoluciones anticapitalistas, en este momento tienen gobiernos que son reformistas y que han producido capitalismos que no permiten el libre mercado de manera arbitraria, sino que hay distribución económica, ensanchamiento de los derechos sociales y condiciones que no hubieran soñado en sus peores pesadillas los estrategas del Pentágono.
A T E N TA M E N T E
“Piensa y Trabaja”
“Año del Centenario de la Escuela Preparatoria de Jalisco”
Guadalajara, Jal., 5 de diciembre 2014
Texto: Martha Eva Loera
Fotografía: Adriana González