Un libro debe ser un hijo feliz de un escritor feliz: Lobo Antunes

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El escritor portugués conversó con la narradora colombiana Laura Restrepo, en la FIL

Escribir es como caminar entre la niebla hasta encontrar la luz del Sol. Es un proceso angustioso en el que hay que conquistar la palabra y, al final, tener un hijo feliz de un autor feliz.
 
Con este tipo de metáforas, António Lobo Antunes, Premio FIL 2008, esbozó lo que John Steinbeck definió como la alegría de crear y la sensación de la escritura como sueño, durante la conversación que el autor portugués sostuvo con la escritora y periodista colombiana Laura Restrepo, durante la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
 
“Este trabajo tiene mucha angustia, pero, al mismo tiempo, una alegría muy grande. Ya Steinbeck hablaba de la invisible alegría de crear. Si tú no sientes que un libro ha sido hecho con esa invisible alegría de crear, el libro no es bueno. Un libro tiene que ser feliz, el hijo de un escritor feliz que ha luchado mucho con el material feliz”, dijo el recurrente candidato al Premio Nobel de Literatura, en un abarrotado salón Juan Rulfo en Expo Guadalajara.
 
Para poner en la mesa de la conversación la sensación de la escritura como un sueño, Laura Restrepo recordó una cita del mismo Lobo Antunes: “Cuando escribo es como si estuviera soñando, como si caminara entre la niebla y veo salir el Sol. Hasta que siento que las palabras van reproduciéndose entre ellas, lejos ya de las estructuras convencionales”.
 
Lobo Antunes respondió: “Trato de instalar un desorden en orden, un desorden que, en el fondo, tiene un orden que se nos escapa muchas veces. Cuando estás bien con el libro, el libro es más inteligente que tú. Parecemos niños intentando andar. Los pasos primeros son perdidos, difíciles, pero después, poco a poco, empieza a estructurarse. Y después de que termino, me quedo triste, porque me apetecía seguir con él”.
 
El autor de las novelas Ayer no te vi en Babilonia y Buenas tardes a las cosas de aquí abajo, entre otras, explicó que los escritores, con sus libros, son como madres sobreprotectoras, pues quieren permanecer con ellos mucho tiempo, y escribirles más, pero hay que saber cuándo soltarlos a pesar de la dificultad.
 
—Y tú, Laura, ¿cómo lo haces? –preguntó Lobo Antunes.
—No voy a caer en tu trampa –respondió la autora de la novela Delirio, entre las risas del público.
—Así es muy fácil, tú me haces preguntas, pero no dices cómo lo haces –replicó el portugués.
—No me perdonarían, ponerme a hablar de mí, teniéndote a ti adelante –contestó Restrepo.
 
Sobre la temporalidad y la importancia de los recuerdos en los libros, Lobo Antunes apuntó: “Nuestra vida de adultos no es más que una niñez fermentada. Nuestra niñez sigue con nosotros, porque nuestras vidas se quedan en los libros”.
 
—Antonio, ¿tú hablas a través de tus personajes, o ellos tienen una voz propia? –preguntó Restrepo.
—Los trato como quien tiene vida. Cuando termino un libro lo echo de menos, porque, al mismo tiempo, dentro de nosotros, conservamos una niñez y una pureza –respondió el también Premio Camoes de la literatura portuguesa en 2007.
 
El escritor señaló que para escribir algunos libros, suele recordar la guerra en Angola, en la que participó, en entrenamientos y batallas. Y es que la guerra es una alegoría de la literatura, donde también hay que conquistar a las palabras. “Y cuando empiezas a escribir, lo haces a mano”, subrayó.
 
"Estoy siendo muy sincero, escribir, para mí, es como si volviera a la guerra. No es que las palabras sean nuestras enemigas, tampoco son todas libres y hay que conquistarlas. Y hay una cosa también de la seducción sensual y sexual en el trabajo de cultura”, narró Lobo Antunes.
 
Por último, no dejó de ratificar su admiración por el escritor Juan Rulfo, a quien recuerda como un hombre humilde, además de que califica a la novela Pedro Páramo como uno de los libros más perfectos de la literatura universal.
 
 
A t e n t a m e n t e
“Piensa y Trabaja”
Guadalajara, Jalisco, 26 de noviembre de 2018

 
Texto: Julio Ríos
Fotografía: David Valdovinos | Iván Lara