Asumir el paradigma de la producción científica como criterio para legitimar a las instituciones de educación superior en México ha traído más daños que beneficio, pues han generado una reducida élite de intelectuales que recibe más patrocinios que la mayoría de los profesores, la precariedad profesional y laboral de miles de académicos, el olvido de la enseñanza y el enorme descuido en el que se ha tenido a los estudiantes.
Guadalupe Moreno Bayardo, investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, dijo lo anterior durante la presentación del libro Calidad de la educación superior e investigación científica. Dos casos, tres enfoques, en el marco del XI Encuentro internacional de investigación educativa que es efectuado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Dicha publicación compila las ponencias presentadas en la edición 2006 de dicho encuentro, las cuales abordan aspectos de la calidad educativa, la creatividad en la docencia y la producción de investigaciones enfocadas al mejoramiento de la enseñanza.
Aludiendo a uno de los trabajos publicados, Moreno Bayardo dijo que se ha presentado a las tecnologías de la información como un medio para promover la equidad educativa y potenciar las posibilidades educativas de las instituciones, pero en la práctica esto no es del todo cierto.
“La experiencia apunta a develar que la educación virtual no responde a problemas de acceso a la educación superior, ni propicia prácticas de autoaprendizaje, a consecuencia de que están dirigidas a poblaciones escolares con bajo nivel de formación en el autoestudio”.
En todo caso, afirmó, los académicos tienen el reto de crear un clima en el que pueda desarrollarse la creatividad. “El aula universitaria es un lugar de libertad y seguridad psicológica. En otras palabras, tenemos que hacer del aula un sitio seguro para equivocarse”.
María Rodríguez Batista, investigadora de la UdeG, mencionó que es indispensable que los investigadores y académicos se pregunten cuáles han sido los alcances de los planes y programas implementados por las universidades, y cuya evaluación global están eludiendo.
“La prueba que realmente importa es el contraste que existe entre las intenciones y los logros, entre los planes y sus impactos. Los estudios educativos tendrán mucho que aportar para poner en balance todos los discursos: los oficiales y los críticos”.
Guadalajara, Jal., 4 de diciembre de 2008
Texto: Mariana González
Fotografía: Abel Hernández
Edición de noticias: LCC Lupita Cárdenas Cuevas