“¿Eres un escritor difícil?”, cuestionó Claudio López de la Madrid a António Lobo Antunes, instigando a que éste hiciera uso de la palabra. El público deseaba escucharlo a él, a ese que escribió Memoria de elefante. Para eso estaban ahí, aunque el programa anunciara que serían sus amigos quienes charlarían acerca del ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.
“Tienes que enseñar a tus lectores a leer. Hay que enfermar del libro”, contestó Lobo Antunes. Los asistentes comenzaban a acomodarse en sus asientos. “La lectura es una enfermedad. La literatura es una salvación y el modo de vida. Es el tuyo y el mío”, respondió a López de la Madrid, director editorial de Random House Mondadori, que ha publicado algunos de sus títulos.
El literato de origen portugués dijo que un escritor debe dedicarse en su totalidad a sus textos. “La tragedia verdadera de la gente que escribe, es que debe tener otro trabajo para poder hacerlo. Ésta es una ocupación que te lleva 24 horas al día y necesita una atención y un trabajo permanente. Es muy difícil exigir a una mujer o un hombre que haga buenos libros, si debe tener otro trabajo”.
Al ser cuestionado respecto a cuántas veces debe reescribir un texto para que quede el definitivo, Lobo Antunes dijo que las primeras versiones de sus libros son un magma de palabras y que precisa hacer hasta 10 o 15 versiones para decidir que es perfecto, pero “yo nunca he leído los libros que escribo, lo que es una paradoja, porque tú escribes los libros que te gustaría leer, y no los lees porque estás harto de ellos”.
Antonio Ortuño aseguró que Lobo Antunes reivindica la paciencia de artesano con que trabaja y vuelve a trabajar sus frases hasta conseguir el efecto que desea. Por eso su prosa ofrece “vigor y un talento verbal de proporciones casi intolerables”.
“Transitar por las páginas de Auto de los condenados y Manual de inquisidores es atestiguar una profunda experiencia de las emociones y los sentidos. Perfeccionista del lenguaje por excelencia, ha dicho que escribe novelas porque no sabe escribir poesía, pero cualquiera que lo lea, se percatará fácilmente de que en su obra abunda la poesía. Sus libros no parecen artificios, sino organismos tan vivos, que la vida real no pocas veces resulta pálida a su lado”.
Ortuño, autor de El jardín japonés y quien ha entrevistado al homenajeado, mencionó que aunque éste ha ganado múltiples premios, es desdeñoso del aparato mercantil que acompaña a la literatura. “El Nobel de Literatura todavía no ha sido dignificado con su concesión a Lobo Antunes, y además, eso no importa, porque no hay un libro suyo que no sea más placentero y más profundamente literario que un simple premio septentrional”.
Lo nombran huésped distinguido
Como preludio a la celebración con Lobo Antunes, el ayuntamiento de Guadalajara, en manos de su alcalde Alfonso Petersen Farah, le entregó de manera simbólica las llaves de la ciudad y lo nombró huésped distinguido.
En la ceremonia a la que asistió el Rector general de la UdeG, Marco Antonio Cortés Guardado, la regidora tapatía Miriam Vachez leyó la declaratoria aprobada en octubre pasado, en la que el cabildo de la ciudad decidió reconocer la obra del escritor “que ha cobrado una relevancia significativa en todo el mundo, en el ámbito de la cultura y la literatura”.
Lobo Antunes agradeció al ayuntamiento la distinción, pero sobre todo “el afecto y la amistad” con la que ha sido recibido en su visita a la ciudad para recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, y aseguró que éste es un lugar donde podría, sin duda, quedarse a vivir.
Petersen Farah destacó la aportación de Lobo Antunes a las letras, razón por la cual le fueron otorgadas las llaves de esta ciudad de las que, dijo, “no abren nada, porque para él nada está cerrado”.
Guadalajara, Jal., 30 de noviembre de 2008
Texto: Mariana González
Fotografía: Adriana González
Edición de noticias: LCC Lupita Cárdenas Cuevas