Los efectos negativos de vivir en la ciudad han perjudicado también a las poblaciones rurales, sobre todo las que se encuentran cerca de la mancha urbana. Como resultado de ello, sus pobladores tienen ahora más riesgo de contraer enfermedades relacionadas con la contaminación del suelo, aire o agua, entre ellas algunos tipos de cáncer.
La creencia de que habitar en los pequeños pueblos significaba una vida más tranquila y más sana ha ido perdiendo valor, pues con mayor frecuencia estos núcleos son invadidos por fábricas y carreteras con alta densidad de automóviles, lo que propicia una mayor polución.
Por ello es que entre la gente de campo es cada vez más común la incidencia de cáncer de pulmón, de infecciones o tumores malignos, aunque todavía no se compara con las patologías cancerígenas que podrían desarrollar si vivieran en las zonas urbanas, asegura el director de la División de Ciencias Biológicas y Ambientales, de la UdeG, Alfredo Feria Velazco, investigador emérito del CONACYT.
Entrevistado a propósito del Día Internacional contra el Cáncer, una de las principales causas de mortalidad en todo el mundo, Feria señaló que en el campo la gente está expuesta a carcinomas producidos por la presencia de metales pesados y desechos industriales en el agua, así como a la inhalación de ciertos componentes químicos emitidos por las industrias, altamente perjudiciales a la salud.
Las ciudades significan una mayor cantidad de riesgos, pues además de la contaminación medioambiental, los habitantes son susceptibles de aspirar los químicos emitidos de las pinturas y los materiales utilizados para la construcción, que están directamente relacionados con problemas respiratorios, cardiovasculares y cáncer de piel, mama o pulmón.
Los hábitos de vida y alimenticios que llevan los citadinos son también factor de riesgo, asegura el académico del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias. Por ejemplo, la adicción al tabaco o a otros estupefacientes puede derivar en tumores del aparato respiratorio, pulmón. La ingesta de refrescos muy pigmentados está asociada a cáncer de vejiga y tubo digestivo.
Es por ello que es necesario que existan campañas eficientes de difusión entre la población, encaminadas no sólo a educar en los hábitos de vida sino a aprender a manejar los factores de riesgo tanto en la ciudad como en el campo, enfocándose a las características de cada uno.
“En las zonas rurales las estrategias deberían estar encaminadas a la orientación en cuanto al manejo de residuos, control de infecciones y contaminantes, mientras que en las urbanizaciones habría que educar a la gente en manejo de estrés, violencia, adicciones y hábitos alimenticios, a fin de que tengan las herramientas para evitar enfermedades que a la larga puedan derivar en cáncer”.
Feria señala que los diferentes tipos de cáncer se pueden prevenir. Tal como afirma la campaña que la Organización Mundial de la Salud abanderó como tema para este año, en el que recomienda a la población adoptar medidas simples como no fumar, alimentarse de modo saludable y realizar ejercicio con regularidad; moderar el consumo de alcohol y protegerse frente a las infecciones cancerígenas.
Guadalajara, Jal., 4 de febrero de 2010
Texto: Mariana González
Fotografía: Internet
Edición de noticias: Lupita Cárdenas Cuevas