


La naturaleza efímera del grafiti tuvo un rol en el lenguaje político y social durante la dictadura chilena. A falta de redes sociales, las pintas en las paredes o los panfletos se convirtieron en una válvula de escape que utilizaron los ciudadanos de aquella nación para oponerse al régimen que tenía controlados los medios masivos.
Así lo expuso el doctor Camilo Trumper, investigador de la State University of New York, Buffalo, durante la charla “A ganar la calle. Fotografía, rayado, panfleto y la política urbana en el Chile del siglo XX”, que dictó ante alumnos de la maestría en Historia, en el campus Belenes del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).
“Si podemos ponerlo en el nivel de las redes sociales, en un contexto de represión, surgen y se hacen importantes estas prácticas que son del pasado pero reinventadas y reformuladas en la época contemporánea. Pero también hay otro argumento: que la eventual caída del régimen militar tiene mucho que ver con la protesta constante y callejera de estudiantes. Muchas veces esa historia, sin embargo, se sumerge o se cuenta dentro de un marco más tradicional”, afirmó.
A veces bastaba con cambiar una sola letra, o poner una cruz de luto en algún anuncio del gobierno o una frase de humor negro para enviar mensajes que se volvían aún más poderosos en el contexto de censura. Estas campañas se intensificaron cuando la presión política y las protestas callejeras de estudiantes orillaron a Augusto Pinochet a convocar el plebiscito. “El país merece el No", fue la consigna de los opositores. Las ciudades se volvieron cartel publicitario. Y el “No más” implicaba la diatriba por excelencia al régimen. No más violencia, no más dictadura, no más desapariciones.
Incluso, cuando el gobierno censura la foto callejera en revistas alternativas como Cauce y Hoy, los medios publicaron espacios en blancos. “Eso se vuelve aún más poderoso. Como historiadores de lo visual esto significa mucho. Una manera creativa de entrar a un debate político contundente”, indicó Trumper.
Otro fenómeno al que se rebelaba la población a como diera lugar fue la militarización de los espacios públicos. El régimen bautizó calles, edificios y escuelas con nombres de militares. Monumentos del gobierno de Salvador Allende se derriban y los ayuntamientos aprueban bandos y decretos que hacen ilegal usar colores fuertes en las casas. Se delimitó hasta el color de la ciudad. Por ejemplo, el alcalde de Santiago, en 1965, emitió un decreto que limitaba expresiones sutiles como los colores de las casas, el uso de cabello largo y un estricto código de vestir para las mujeres.
A T E N T A M E N T E
“Piensa y Trabaja”
Guadalajara, Jal., 20 de noviembre 2015
Texto: Julio Ríos
Fotografía: Abraham Aréchiga