La desintegración familiar es un factor determinante para que los menores de edad se escapen de su casa y para que aumente la delincuencia en adolescentes, dijo Alfredo Rico Chávez, coordinador de la carrera de sociología, del CUCSH.
Añade que vivir en violencia y con una precaria economía, hace que los adolescentes vean como una salida fácil dejar su casa y, en ocasiones, regresar. Esto, por la crisis familiar que se vive, estando dicha figura desgastada y hasta contando con nuevos roles, en los que ya no se enseña como antaño los valores, la honestidad y el respeto.
“Tenemos que las familias viven un nuevo esquema, algunas sin papá o sin mamá. Además, por lo general los dos padres de familia, sobre todo si son jóvenes, tienen la necesidad económica de trabajar, y con eso hay menos tiempo y atención para sus hijos”.
Reconoció que otras figuras sociales, como la escuela o la iglesia, están, para muchas personas, desgastadas, porque los nuevos tiempos hacen que la ideología o las creencias de las personas cambien.
“Estamos viviendo tiempos más rápidos, en que la tecnología y los medios de comunicación juegan un papel determinante, y ya la gente ha cambiado sus rutinas y necesidades”.
Ante este panorama, reconoció que es necesario “revitalizar” la figura de la familia como núcleo social básico, en el que fomenten los valores y las creencias y, sobre todo, se trate de formar personas sanas y libres.
Ante el aumento de los índices delictivos juveniles, debe haber cambios urgentes a las leyes de menores infractores y al sistema de tratamiento, comentó Raúl Sánchez, profesor e investigador del CUCSH y director del Área de la familia y el menor, de la Procuraduría Social.
“Los robos u otros delitos que cometen los adolescentes han aumentado, porque, según las leyes, un menor de 12 y hasta antes de que cumpla 14 años, no puede ser internado (en la cárcel), pero sí ser sujeto a tratamiento externo (estar en algún lugar) donde no esté retenido, como un DIF o en otros centros”.
Agrega que esta falta de castigo es aprovechada por bandas bien organizadas, que los utilizan como ganchos y comienzan a probarlos con robos pequeños, “como de autopartes y celulares, hasta luego ser partícipes de actos más graves. Incluso, cuando son más grandes, son expertos. Ellos, a esa edad (12 años), ya están conscientes de lo que están haciendo, sin embargo, no son juzgados como tal”.
También es difícil que puedan delatar a quien los contrata o engancha en esas actividades, que pueden ser tan diversas como la compra de droga, porque están amenazados.
“Considero que es necesario crear un sistema más eficaz e integral, en el que sea visible la evolución de la persona, aunque lo más importante es la prevención, fomentando la unidad y respeto desde la familia”.
Guadalajara, Jal., 8 de julio de 2008
Texto: Gala Aguilar
Fotografía: Internet
Edición de noticias: LCC Lupita Cárdenas Cuevas