“Lo golpeé para que me tenga respeto”, es una frase típica de los adolescentes e incluso los adultos, pero que habla de una posible desconexión moral. Esta problemática ha sido estudiada por el académico del CUNorte Claudio Carrillo, quien presentó su tesis Violencia, desconexión moral y subjetividad en los jóvenes: un estudio de caso a nivel secundaria. El trabajo de Carrillo le permitió finalizar el Doctorado Interinstitucional de Psicología (ofertado en conjunto por las Universidades de: Guadalajara, Colima, Michoacana, Guanajuato y Aguascalientes).
El académico ha investigado el tema del bullying, violencia entre pares, alrededor de diez años, lo que le permitió generar las condiciones para visualizar el objeto de estudio y situarlo en la Escuela Foránea Ramón García Ruiz de Colotlán, con jóvenes de entre los 12 y los 16 años.
Los agresores fueron el centro de atención: cómo racionalizan, justifican y explican desde su óptica el por qué tienen esa conducta. A partir de la narrativa de dichos adolescentes, Carrillo lo unió con la idea de la desconexión moral: “Es una categoría que utilizó un autor llamado Albert Bandura, que trata de revisar por qué regularmente, quien tiene actitudes de agresión frente al otro, justamente elabora enunciados que aparentemente justifican su acción, pero detrás hay una desconexión entre el juicio moral y la acción real”.
Esta conducta se presenta en todas partes, sin importar la cultura o el país, lo que hace la diferencia son las situaciones, pero la actitud, la acción y la desconexión es idéntica, dijo el académico.
El problema atraviesa a los adolescentes y adultos porque la construcción de argumentaciones abstractas surge alrededor de los 11 o 12 años, y en el mundo adulto es muy frecuente. “Inicia en el periodo de la adolescencia, y en el caso del mundo adulto es muy frecuente pensar en situaciones de desconexión moral, yo creo que tenemos un buen abanico de ejemplos con los políticos de nuestro país para poder entender eso”, expresó.
Existen soluciones para este problema. Ese conflicto puede trabajarse pedagógicamente para construir argumentaciones pero disminuir las desconexiones, dijo Carrillo. La sensibilización, la identidad, la autoestima son aspectos a fortalecer para que los agresores se den cuenta de que no requieren tomar esas acciones violentas. Sin embargo, no es un asunto exclusivo de las escuelas, implica a otros actores sociales y la familia es una parte fundamental, debe vincularse con la problemática de la escuela, no de la manera tradicional, sino en asuntos de la formación.
“Las autoridades de las escuelas reconocen el problema, pero no quieren que sea público. Hay un momento en que efectivamente se dan cuenta y viven permanentemente los problemas del bullying, y de manera particular, de la desconexión moral, pero tienen miedo a enfrentarlo públicamente. El problema no es solo particular en su institución, es un problema social y hay medios y mecanismos para enfrentarlo y resolverlo”, dijo.
El reto es, para Carrillo, fomentar la responsabilidad que los actores tienen frente al problema, cómo delimitar y establecer qué le toca hacer a cada quien. “Cuando identifiquemos el papel que tenemos, vamos a poder lograr aspectos de un alcance más profundo”, concluyó.
Guadalajara, Jal., 8 de mayo de 2012
Texto y fotografía: CUNorte
Edición de noticias en la web: Lupita Cárdenas Cuevas
Desconexión moral, característica de los adolescentes agresores
Tesis doctoral de académico del CUNorte sobre estudiantes de secundaria