


Además de problemas dentales y esqueléticos, ingerir agua con alto contenido de flúor daña órganos como el riñón y el hígado, y afecta la producción y cantidad de espermas y el sistema nervioso central.
De acuerdo con estudios realizados por la doctora en Ciencias, María Isabel Pérez Vega, investigadora del Centro Universitario de los Lagos –con sede en Lagos de Moreno–, en tres municipios de los Altos de Jalisco algunos habitantes tienen problemas para llevar a cabo tareas relacionadas con la memoria a largo plazo, las emociones y la resolución de problemas, vinculados a la capacidad cognitiva y el sistema nervioso central.
Esto tiene su origen en el consumo del agua de la llave o de los pozos de esa región del estado, que contiene niveles de flúor por encima de lo que permite la norma de la Organización Mundial de la Salud; además de arsénico y plomo, debido a que proviene de aguas termales subterráneas.
Como parte de la investigación, la académica realizó encuestas, test neuropsicológicos y pruebas de orina a 959 personas de los municipios de Lagos de Moreno, Unión de San Antonio y Teocaltiche, además de la ciudad de León.
Las personas presentan una disminución en la ejecución de estas tareas que implican concentración, memoria y solución de problemas; logran concluirlas pero tardan en hacerlas. Esto permite medir el daño que tendrían en la capacidad cognitiva y el sistema nervioso central, afirmó Pérez Vega.
A la par, analizó muestras de agua de la llave y potable y experimentó con ratas, con la finalidad de tener datos comparativos. Explicó que por tener pocos recursos económicos, los habitantes de esos municipios sí beben agua embotellada, pero optan por agua de la llave o del pozo para cocinar. “La hierven, pero estos elementos (el flúor, o sustancias como el arsénico) no desaparecen, sino que se concentran al evaporizarse el agua”.
Advirtió que estas personas están sobreexpuestas al flúor, sustancia que “tiende a acumularse en tejidos humanos o de las plantas que son regadas por ese mismo tipo de agua o que toman las reses”, y la gente come de esos alimentos y de esa carne, además de la sal fluorada, la pasta de dientes o los enjuagues bucales, “elementos tan cotidianos que pasan inadvertidos”.
Para evitar daños por el flúor, la académica recomendó a las personas comprar agua embotellada de empresas que estén verificadas y reguladas por las autoridades de salud, evitar cocinar con agua del pozo o de la llave; caminar, bailar, correr o nadar para oxigenar el cerebro y evitar el deterioro de las células; ingerir alimentos como brócoli, sandía, cebolla, jitomate, cacahuate, almendra, uva, espárragos, ricos en antioxidantes y ponerse retos mentales como aprender destrezas manuales o hacer crucigramas para ayudar al correcto funcionamiento del cerebro.
A T E N T A M E N T E
“Piensa y Trabaja”
Guadalajara, Jal., 16 de febrero 2015
Texto: Mariana González
Fotografía: Adriana González